La filial devoción al glorioso Patriarca San José es consustancial con el Carmen Descalzo desde la persona misma de su fundadora, Teresa de Jesús, que lo tuvo siempre como abogado y protector de la Orden, poniendo bajo su patrocinio ya el primer convento reformado que creara, el de San José de Avila.
Cuando los Carmelitas de la casa santanderina encargan las tres imágenes primigenias para su templo en construcción (1903) son las de la Virgen del Escapulario, Santa Teresa y San José. Todas se esculpen en los acreditados talleres que el artista catalán Francisco Font y Pons posee en la madrileña calle del Desengaño. La de Nuestra Señora reviste colosales proporciones, pues va a ser colocada en el gran camarín sobre el presbiterio, en tanto que las otras dos no alcanzan 1,50 m. de altura, ya que irán situadas en las capillas laterales de la iglesia; concretamente, la del Santo Patriarca ocupará la del lado del Evangelio.
No existe (o por lo menos no conocemos) testimonio fotográfico alguno de la efigie creada por Font, pero resulta indudable que poseería apreciable calidad. En 1913 fueron ubicadas a su derecha e izquierda dos notables tallas del escultor Emilio Molina Payés, una representando a la Dolorosa y otra a San Juan Evangelista, al mismo tiempo que sobre el muro frontero al altar de la capilla se instalaba el magnífico Cristo Crucificado, de tamaño natural, debido a las gubias de idéntico artista. Todo lo citado pereció en agosto de 1936, durante la Guerra Civil.
El retablo de San José fue inaugurado el domingo día 10 de febrero de 1907. Es de madera al natural, sin dorar, idéntico al de la otra capilla (actualmente del Niño Jesús de Praga) y de estilo neogótico, como el resto del templo carmelitano. Lo costeó en su integridad el generoso señor D. Fernando Iztueta Díaz, que vivía en el chalet “Villa Alicia” de la calle Lope de Vega (fallecería a los 73 años, el jueves 26 de marzo de 1914). Se efectuó la ceremonia de bendición en los cultos vespertinos (era el segundo de los "Siete Domingos de San José" y primera jornada del "Triduo de Desagravios" por el Carnaval): a las 6 de la tarde, después del rosario, hubo canto de preces a Jesús Sacramentado y sermón alusivo al nuevo altar, concluyendo el acto tras la Bendición y Reserva del Santísimo.
Esta información la he localizado en El Diario Montañés de 7-2-1907, pero el periódico calla el nombre del autor. Mas con toda seguridad fue el poco conocido aunque notable artífice local Ángel Terrero Castanedo, pues sabemos que éste hizo el colateral donde se colocó a Santa Teresa al inaugurarse la iglesia (1904) y más adelante crearía el monumental retablo mayor de la misma (1910-11); además tenía instalado su taller en los alrededores del Carmen y del domicilio del donante, en la misma calle Lope de Vega. Por suerte, los retablos no fueron destruidos durante la guerra, si bien el que nos ocupa sufrió mutilaciones en sus torretas y pináculos decorativos, aún hoy visibles (compárese su estado con el del gemelo, correspondiente al Niño Jesús).
A principios de 1938, la generosidad de Dña. Rosa Díez de Gallo obsequió al templo con una nueva imagen de San José, la que hoy conocemos. Sin embargo, ésta carece de mérito artístico y no solo por tratarse de pieza seriada, sino también -y sobre todo- por su pobre modelado y desproporciones evidentes, afectada y dulzona expresión, tan común en general a los "santos de Olot", etc. Donde habían estado la Dolorosa y el San Juan de Molina se colocaron en 1948 sendas efigies de San Joaquín y Santa Ana, padres de la Virgen María, cuya presencia se justifica de modo particular en esta iglesia por ser él santo patrono de la Provincia Carmelitana de Navarra a la que pertenece el convento santanderino. Regaló esta figura el Gobernador Civil de la Provincia, D. Joaquín Reguera Sevilla, hombre que dejaría honda huella en Cantabria, y la de la santa fue donada por Dña. Ana Salvarrey, Vda. de la Lama, y otros devotos. Precisamente los dos benefactores mencionados, que llevaban de pila el nombre de los padres de Nuestra Señora, fueron los padrinos en la ceremonia de la bendición, habida el miércoles 23 de junio de 1948 y efectuada por el P. Federico del Stmo. Sacramento, prior de la Comunidad Carmelitana en esa época (vid. El Diario Montañés de 24-6-1948). Sobre el interés estético de dichas imágenes tampoco cabe decir nada de particular, aunque son mejores que la del Santo Patriarca.
Con razón solía lamentarse el inolvidable P. Augusto de la Cruz, tantas veces Superior de la casa, de la irreparable pérdida de las antiguas efigies, recordando de una forma muy especial -por sus méritos artísticos y devocionales- la de la Dolorosa. Desde luego, los santos actuales del retablo que nos ocupa no compensan ni de lejos la destrucción de los primitivos.
AUTOR: Francisco Gutiérrez Díaz