Sin duda, la obra artística de mayor vistosidad entre cuantas guarda el templo carmelitano de Santander es su retablo principal, que preside grandioso el presbiterio desde mediados de 1911. Teniendo en cuenta que la iglesia había sido consagrada el 23 de abril de 1904, comprobamos cómo la Comunidad tardó siete años largos en lograr el más preciado elemento del mobiliario litúrgico. La tardanza en encargarlo hemos de considerarla como un acierto, pues permitió no escatimar en gastos y, de esta forma, obtener una obra de gran empaque y estilísticamente acorde en todo con el resto del edificio.
El Diario Montañés, en su número correspondiente al 6 de junio de 1911, nos informa sobre la bendición y características de la artística creación de manera detallada:
“En la iglesia de los Padres Carmelitas Descalzos de esta Ciudad se inauguró anteayer, Domingo de Pentecostés, un magnífico retablo para el altar mayor, construido en los talleres del conocido tallista santanderino Don Ángel Terrero.
Obra sólida, severa y elegante es el nuevo altar, de estilo gótico florido, trabajado sobre primoroso cedro de Cuba, en el que resaltan con singular gracia y donaire todos los detalles del conjunto.
Consta el retablo de tres cuerpos que van rematados por artísticos chapiteles bordados de exquisita filigrana. Sirven éstos de cúpula o techumbre a los hermosos nichos donde están colocadas las bellísimas imágenes de la Virgen Santísima del Carmen, San Elías y San Juan de la Cruz, procedentes la primera de la casa del conocido escultor de Madrid señor Font y las otras dos de la acreditada casa 'Plata Meneses' de Bilbao.
La mesa del altar con su sagrario está colocada con mucho gusto sobre cuatro columnas sencillas y elegantes. El tabernáculo o manifestador es de forma exágona, y las seis preciosas columnitas que lo adornan van coronadas de una esbelta y caprichosa cúpula sembrada de preciosos calados en sus airosas agujas, que ostentan gran lujo de ornamentación.
La función religiosa que para inaugurar tan preciosa joya artística se celebró el domingo en el Carmen revistió toda la pompa y magnificencia de las grandes solemnidades.
El sábado por la noche se bendijo el retablo y las imágenes laterales y se reservó el Santísimo en el nuevo Sagrario, cantándose inmediatamente la Salve Carmelitana.
Al día siguiente, a las siete de la mañana, celebró la Misa de Comunión General el muy reverendo Padre Provincial de los Carmelitas Descalzos, fray Atanasio del Sagrado Corazón de Jesús.
Durante la misa y comunión se ejecutaron en el coro algunas composiciones de canto y armonium de subido valor religioso y de un clasicismo incomparable.
A las diez de la mañana comenzó la misa mayor, oficiada por el reverendo padre Jeremías de Jesús, superior de la Comunidad. El coro, bien reforzado, ejecutó la grandiosa misa del maestro Cicognani, dedicada a Santa Cecilia.
Durante el ofertorio se cantó la inspiradísima plegaria Subtuum praesidium, de Francisco Riga, y terminada la misa el solemne Te-Déum del eminente compositor alemán Mitterer. Las tres piezas son de indiscutible valor musical y llevan la marca religiosa profundamente grabada en todas y cada una de sus melodías. La ejecución fue correctísima y muy competentes los que las interpretaron en este sagrado arte.
La función de la tarde comenzó a las siete con la exposición de Su Divina Majestad y el santo rosario, al que siguió el sermón pronunciado por el reverendo Padre Daniel de la Encarnación, Carmelita descalzo de Burgos, quien en inspirados párrafos explicó la significación mística del altar. Terminó la solemnidad con la reserva, en la que ofició el muy ilustre señor Arcipreste de la Santa Iglesia Catedral, don Alejandro Gil de Reboleño.
La parte musical, en los cultos de la tarde, estuvo muy acertada en la interpretación de los motetes al Santísimo y a la Virgen, que se intercalaron oportunamente.
Grande es la satisfacción que los Padres Carmelitas sienten al ver coronados sus esfuerzos y trocadas en realidad sus ilusiones y esperanzas. Inmenso el agradecimiento que en su corazón guardan para las personas que, mediante su caridad y generoso desprendimiento, han contribuído a que Jesús Sacramentado y la Virgen del Carmen tengan un trono más en la capital de la Montaña.
Nos ruegan hagamos patente en estas líneas su profunda gratitud para todas ellas, a lo que accedemos gustosos, a la vez que enviamos a dichos Padres, desde las columnas del DIARIO, la más cordial y sincera enhorabuena".
En cuanto a la estatuaria del retablo, integrada por tres grandes tallas, cabe decir que fue casi la única del templo que subsistió a los furores iconoclastas de la Guerra Civil. La Virgen, de Francisco Font, presidía la iglesia desde su inauguración en 1904. Las magníficas imágenes de San Elías y San Juan de la Cruz eran nuevas, suministradas -como hemos visto- por la Casa Plata Meneses de Bilbao. Nos queda, pues, por conocer quién fuera su autor pero sin duda era un artista muy apreciable, dada la calidad de los dos productos. Aunque no se puede aventurar un nombre seguro, hay que pensar que por esa época están en pleno desarrollo de su carrera, dentro del País Vasco, varios escultores importantes y que la estética de estas tallas no se halla muy alejada de la de Higinio de Basterra o José Larrea.
La efigie del Profeta del Carmelo, enérgico y venerable en su vigorosa ancianidad que tan bien cuadra al personaje, merece una atenta mirada. Pero aún más la del Místico Doctor, con su inolvidable rostro enamorado de la cruz, con su brazo derecho que suavemente la acaricia, con la leve torsión de su cuerpo, tan certeramente sugerida... Hay que retrotraerse a los grandes maestros del Barroco para hallar las raíces inspiradoras de esta bellísima imagen.
El tabernáculo original, del que habla la crónica arriba transcrita, se desmontó del retablo en 1984 pasando a la nueva capilla anexa al templo, donde puede verse hoy. En su lugar fue instalada la magnífica aguja neogótica, trabajada en madera de nogal, del antiguo púlpito que entonces se desguazó, haciéndola las necesarias adaptaciones para su nuevo destino. Cabe decir de aquel bellísimo púlpito -de calidad muy superior a la del propio retablo mayor, preciso es confesarlo- databa del año 1903, estando ya colocado en el momento de la inauguración de la iglesia. Había sido donado por el ilustre polígrafo local D. Marcial Solana y González-Camino, debiéndose al gran escultor burgalés Saturnino López. Por desgracia, de esta notabilísima obra -era el mejor púlpito de Santander- solo se conservan hoy la citada aguja (mutilada) y el casetón, que hace las veces de ambón para los lectores. Sin embargo, y volviendo al retablo, es preciso señalar que el sagrario actual -propiamente dicho- sigue siendo el primitivo, que se doró en la intervención de 1984.
Parece que en origen se planeaba dorar también el resto del conjunto, lo que -a falta de los recursos necesarios- se fue olvidando con el tiempo. Por los años 20, y mediante donación hecha por Dña. Leocadia Torre García, Vda. de Velasco, fueron instalados bajo las efigies de San Elías y San Juan de la Cruz dos grandes relieves policromados que representaban alegorías relativas a la Virgen del Carmen, apareciendo ésta en uno de ellos amparando a los marineros y en el otro a las almas del Purgatorio. No tuvieron vida larga estas piezas, pues se retiraron en las obras de 1934-35.
Más adelante, en los años 50, podían verse a ambos lados del Sagrario dos efigies seriadas de los Sagrados Corazones. Retiradas cuando los cambios litúrgicos impuestos por el Concilio Vaticano II obligaron a separar la mesa del altar del retablo propiamente dicho -o quizá algo antes-, la del Señor ignoramos dónde paró, mientras que la de la Virgen está todavía hoy en dependencias internas de la casa conventual.
La monumental imagen de la Virgen del Carmen fue restaurada a comienzos del año 2001 por Marisol Bolado Muñoz, quien efectuó su trabajo en el mismo camarín. Las de San Elías y San Juan de la Cruz las remozó dicha especialista en su taller meses después, entre mayo y junio, hallándose ya en su sitio cuando comenzó el solemne novenario de julio. Sufragó el costo de dichas intervenciones, encargadas por el P. Francisco Javier González Ruiz, la Cofradía del Carmen. Como curiosidad, puede señalarse que la talla del reformador de la Orden presentaba un notable orificio en su oreja derecha ocasionado por un disparo, testimonio del tiroteo que, desde el coro del templo, un grupo de milicianos propinó a las esculturas del retablo en septiembre de 1936.
La efigie de San Elías abandonó su hornacina en 2014, cuando quedó sustituida por una nueva de Santa Teresa de Jesús que se encargó a un taller catalán y que copia, en tamaño mayor, a la que Francisco Font realizara en 1903 y se perdió en la Guerra Civil.
AUTOR: Francisco Gutiérrez Díaz